Una reciente encuesta, realizada especialmente entre población joven en nuestro país, ponía de manifiesto que un 25% de los españoles están convencidos de que el Sol se mueve en torno a la Tierra, o piensan que ésta es plana, o que las estaciones del año tienen directa relación con la proximidad o lejanía del Sol, y todo ello pese a la gran cantidad de información que hoy día existe al alcance de cualquiera, y pese a que, se dice, la gente más joven está en permanente conexión con el repositorio más grande de información que ha creado la especie humana, Internet. Seguimos con tópicos superados en parte desde el siglo III antes de Cristo, y en parte, en lo que respecta a la relación de la Tierra y el Sol, desde que se publicara en 1543 la obra fundamental de Nicolás Copérnico.
Lo mismo sucede con la vulgar y errónea asimilación del Norte con ARRIBA y el Sur con ABAJO, que, incluso en algunos medios de comunicación, y en expresiones de gente teóricamente ilustrada, rozan con frecuencia el absurdo (“Este fin de semana bajo a Andalucía o subo a Holanda….”). El origen de todo esto es una cuestión esencialmente cartográfica, una demostración palpable de hasta qué punto los mapas no sólo sirven para representar el mundo (de una forma aparentemente inocua, neutral o “científica”), sino para crear imágenes del propio mundo en virtud de las cuales se organiza el comportamiento territorial de la gente, muchas veces de acuerdo con un “plan”, un objetivo, una intencionalidad, cuyas claves no controla la población en general. El tema sigue de moda, pese al trabajo de siglos de los geógrafos. Picar en las imágenes para más información.
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