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¿Desconfían ustedes de las imágenes?

Traducción: MABEL RÍOS HERNÁNDEZ (2016)

(Desserle, Elodie (2016). “Méfiez-vous des images“. Bibliothèque de l’INHA)

En un momento en el que desconfiamos de las imágenes y en el que Photoshop y otras herramientas de retoque parecen haber hecho que la imagen pierda su estatus en cuanto a garantizar la autenticidad de la representación, los nuevos grabados de festivales colgados en la biblioteca digital nos recuerdan que la práctica de la manipulación visual no es algo nuevo.

Los grabados festivos, que se utilizaban desde la aparición de la imprenta, tienen como objetivo mostrar las celebraciones, solemnidades y festejos públicos: nacimientos, bautismos, bodas, ingresos, coronamientos, funerales, conmemoraciones, eventos de orden político o militar… Su uso se desarrolló en toda Europa del siglo XVI al siglo XIX, a la par que el apogeo de las manifestaciones organizadas por los reyes, clases, pueblos, comunidades, de las que se quería guardar un recuerdo.

Sin embargo, ¿se pueden considerar testimonios históricos los grabados festivos?

En primer lugar, el grabador se halla frente a la cuestión de ser justo, de la manera más coherente en una única imagen, con una ceremonia histórica llevada a cabo durante varias horas o varios días. Si opta por una representación de la parte álgida del espectáculo,  se tratará, inevitablemente, de una visión subjetiva y parcial.
Por el contrario, para mostrar el conjunto de la manifestación, puede decidir representar, en un mismo grabado, varios momentos del festejo. Pero, al presentarlos como simultáneos, traiciona el desarrollo de los acontecimientos. De esta manera, al comparar la información que se tiene sobre el desfile de 1612, organizado en París el 5 de abril de 1612 para celebrar el anuncio de boda de Luis XIII y Ana de Austria y el de Madame Elisabeth y Felipe, infante de España con la representación que lleva a cabo Claude Chastillon, observamos lo siguiente: si bien el grabador ha elegido mostrar con mucha precisión la arquitectura del palacio Real (actual Plaza de los Vosgos, inaugurada en aquella misma ocasión), no dudó en alterar la realidad para hacer figurar diversos momentos de manera conjunta (entradas, ballet ecuestre, presentación de carrozas) a pesar de que se desarrollaron consecutivamente en diversos días. Un «truco» del grabador para ofrecer una visión de integridad de la ceremonia es una técnica que ha podido dar una visión errónea.

El aspecto de «prueba histórica» del grabado festivo también sale mal parado si comparamos la estampa hecha para el conoramiento de Carlos VII el 12 de febrero de 1742 con aquella que se editó para la boda de Luis XVI y María-Antonieta en 1770. A pesar de que una treintena de años separan estos dos eventos, el grabado utilizado para representarlos es idéntico. El pie de página se modificó y los atributos imperiales presentados en el arco de la estampa de 1742 se eliminaron. Ambas láminas mostraban la mención «En Basset, calle St Jacques». De hecho, no sería de extrañar que los comerciantes de estampas poseyeran un stock y reutilizasen ciertos grabados dependiendo de la ocasión, sin preocuparse por la coherencia ni la exactitud.

Pero la existencia de una práctica de este tipo no debe poner en duda la veracidad de la representación de todos los grabados festivos. Por ejemplo, la autenticidad de la primera estampa, la de la coronación de Carlos VII, queda demostrada por la existencia de otro grabado «diseñado in situ por Dumouy» (como se especifica en la parte inferior izquierda) que confirma la presencia del arco, los cuerpos de los edificios, los farolillos y las carrozas.

arte

Vista de las iluminaciones del Hotel de Bell-Isle en Fráncfort del Meno, [hacia el año 1742] – iluminación por el festejo de bodas de Luis Fernando de Borbón, Delfín de Francia con la archiduquesa María-Antonieta hermana del Emperador [hacia el año 1770], grabado con buril coloreado, biblioteca del INHA, OC 63 et OC 62. Galería fotográfica del INHA

En conclusión, debemos recordar que no todos los grabados festivos se elaboraban con el mismo objetivo. Al igual que los libros festivos, su finalidad podía ser anunciar un evento, acompañar su desarrollo o inmortalizar el momento. A veces se realizaban previamente o muchos meses o años después del acontecimiento. Podían contener descuidos, errores y omisiones… más o menos involuntarios, ya que podían ser oportunos para ganarse los favores del organizador con vistas a futuras peticiones. Los grabados festivos no eran herramientas para reconstruir la realidad, sino para ilustrar un evento. Por eso mismo, permanecen anclados en la sociedad del espectáculo, la ilusión y la seducción.

 

 

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