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El interés de hacer de los metadatos culturales un intercambio de conocimiento

Traducción: MARÍA SANTAMARTA CABALLERO (2016)

(Silvère Mercier, (2016): “De l’intérêt de faire des métadonnées culturelles des communs de la connaissance“. Bibliobsession)

ROSA YAZUL

 

Aprovecho para decir que no figura en ninguna de las fuentes de datos actuales un agente importante: las bibliotecas nacionales, ¡agentes históricos en la producción de metadatos!

Pero lo más interesante es constatar que esta lógica de silos se compensa con las iniciativas que hacen que los metadatos sean bienes comunes, es decir, recursos mantenidos y preservados por una comunidad con normas.

Es el caso de MusicBrainz, un proyecto basado en los metadatos musicales aún muy poco conocido. La página francesa de Wikipedia lo describe así:

MUSIC

 

MusicBrainz es una base de datos musical, colaborativa, universal, de contenido libre. Registra grabaciones de obras, pero no las obras en sí mismas. MusicBrainz existe de una manera legal gracias a MetaBrainz (ver cuadro). Hasta el 13 de octubre de 2011, la base contiene datos de más de 620 000 artistas o grupos, más de 970 000  lanzamientos y más de 54 000 compañías discográficas.

Lo más interesante es que esta base de datos se ha realizado desde el año 2000 en respuesta a una restricción impuesta por una sociedad privada:

 

Como el proyecto freedb, MusicBrainz fue creado debido al cambio de las condiciones de acceso a los datos de CDDB de la sociedad Gracenote.

La historia de esta restricción de los metadatos de la música merece ser recordada:

El software original que usaba CDDB estaba bajo la GNU (General Public License); entonces mucha gente envió información en CD, pensando que este servicio seguiría siendo libre. Más tarde, la licencia cambió. Sin embargo, algunos programadores se quejaron de que la nueva licencia contenía ciertos términos que les amenazaban de tal manera que no podían aceptarlo: si decidías acceder a CDDB, otro no podía acceder a otras bases del mismo tipo (como freedb), y cada programa que utilizaba la base de CDDB tenía que mostrar el logo CDDB durante la búsqueda de información.

 

En marzo de 2001, CDDB, que ahora se llama Gracenote, prohibió a todas las aplicaciones que no tenían licencia el acceso a su base de datos. Las nuevas licencias para CDDB1 (la versión original de CDDB) ya no estaban disponibles, con la finalidad de obligar a los programadores a pasarse a CDDB2 (una nueva versión incompatible con CDDB1 y, por consiguiente, freedb).

Dieciséis años después, MusicBrainz es una enorme base de datos abierta, colaborativa y cuenta con reglas de gestión y de participación concretas. Según este artículo, cuenta con 16,4 millones de títulos (tracks) y 850 000 artistas. Para comparar, el mastodonte GraceNote cuenta con 78 millones de títulos registrados. No hay que olvidar que este mastodonte se construyó por la restricción de datos abiertos reagrupados en el antiguo Freedb

 

Se publicó en parte bajo CCO y, por lo tanto, pertenece al dominio público y en parte bajo licencia creative commons CC-BY-NC-SA, lo que significa que no se puede apropiar en caso de modificación (cláusula de CompartirIgual SA) y que, a priori, no puede tener fines comerciales (para eso hay que pedir autorización).

Por ejemplo, la excelente red social SensCritique utiliza MusicBrainz porque le permite añadir los metadatos. La página de música de la BBC también lo utiliza.

SENS

 

¿Qué medios tiene para mantenerse? Pertenece a una fundación que se llama MetaBrainz y cuya función es regular los usos comerciales de esta base de datos. Como estos usos no están autorizados por defecto (por parte de la licencia CC), las entidades que quieran hacer negocio a partir de estos datos están obligadas a declarar a la fundación que firma contratos con ellos.  Entonces, la fundación determina los niveles de usos, que supongo que corresponden a los niveles de financiamiento:

BBC

 

SILVER TIER

 

MOBILE TIER

 

Es una fundación sin ánimo de lucro, pero no publica informes anuales desde 2013. Es difícil saber más en estas condiciones… Otra limitación de los intercambios fundados en los CC es la diferencia que a veces puede haber entre las comunidades que tratan de mantener estos intercambios y las que gestionan las condiciones de su existencia y visibilidad. Wikipedia ha gastado más dinero del necesario con una distorsión que quizá tendría menos posibilidades de producirse si los financiamientos pudieran hacerse de una manera transparente, en una estructura de gobierno abierta gestionada por los commoners

 

Así, los ingresos extraídos de los usos de los gigantes del streaming como Spotify se utilizan para el mantenimiento de la base de datos y la existencia de este intercambio. Uno de los problemas de este tipo de funcionamiento, que parece ideal, es que todos los usos comerciales se incluyen en el mismo plan. Está muy bien que las grandes empresas paguen por los bienes comunes pero, ¿es justo que también paguen las cooperativas o las pequeñas empresas que deseen reutilizar estos datos? Siempre nos ha parecido que no y eso es porque analizamos en el seno de SavoirsCom1 la temática de las licencias recíprocas para los intercambios de conocimientos. Nos parece que la alternativa, entre usos comerciales o no, se ha vuelto una alternativa muy insatisfactoria.

 

Sea lo que sea, ahí tenemos un buen ejemplo de una forma de  intercambio que es autosuficiente porque hace que exista un patrón que todo el mundo necesita, tanto agentes privados como agentes públicos. Sin embargo, mantiene esa particularidad que tienen los bienes comunes: no es público, ni privado, pertenece a todos y a nadie. Desconozco si ciertas bibliotecas públicas utilizan esta base de datos, pero tened en cuenta que la licencia les autoriza perfectamente y que pueden, si hay frikis de los catálogos en la vuestra, encontrar ahí una manera de poner su esfuerzo de catalogación al servicio de todos.

También existe CriticBrainz, una base de datos de críticas para obras musicales bajo licencia Creative Commons.

CRITIQUE

 

¿Y si la historia se repitiera para los libros? Recientemente, en abril de 2015, nació BookBrainz. También se está desarrollando un plugin para Calibre, el software de gestión de Ebooks.

BOOK

 

También debo decir que la base está vacía de momento… ¡Podéis participar!

 

Como yo, también os diréis que los datos bibliográficos que tenemos en la BnF también tienen una licencia abierta, lo que permite recuperarlos. Eso da paso a una reutilización de estos datos, lo que incluye un uso comercial (la licencia abierta lo autoriza) mediante la licencia elegida para el proyecto BookBrainz. La BnF incluso podría mejorar sus propios datos si reutiliza el trabajo de los commoners… Concretamente por eso todas las bibliotecas nacionales del mundo tienen que aplicar con urgencia políticas de datos abiertos.

 

De manera implícita, (esquizofrenia de esta institución) constatamos que el reciente rechazo de los poderes públicos de apostar por un depósito legal de libros electrónicos por parte de la BnF es dañino no solo para la investigación, sino para la elaboración de estas bases de datos. Los autores/editores de libros electrónicos no tendrían la obligación de depositarlos, por lo que no serán descritos. De nuevo, perdemos una oportunidad histórica de elaborar una colaboración pública/bienes comunes a largo plazo.

 

La elaboración de estos intercambios es una base increíblemente valiosa si asociamos estas bases de datos al poder de la tecnología Blockchain, como la presentaba recientemente Lionel Maurel. Señalaba el interés del acercamiento entre los Creative Commons y este registro descentralizado permitido por Blockchain; ya no solo para describir e identificar los intercambios, sino también para favorecer su financiamiento compartido y codirigido:

 

Muchas propuestas, como la licencia global, el patrocinio global o la contribución creativa, han imaginado poner fin a la guerra del reparto mediante la legalización de los intercambios de obras entre individuos a cambio de una nueva remuneración para los creadores. Hemos puesto de ejemplo la puesta en marcha de un financiamiento compartido para la creación, con un coste adicional de unos euros añadido al precio del abono de Internet, que pagará cada hogar a los autores en función del volumen de las obras compartidas. 

 

Pero estas propuestas están sujetas a dificultades relacionadas con el trazado de los intercambios de cada obra, su cuantificación y, después, la repartición de las cantidades entre los diferentes creadores. La propuesta inicial de licencia global quería entregar las cantidades recaudadas a las sociedades de gestión colectiva tradicionales (con todos los inconvenientes que habría provocado en el reparto). La propuesta de contribución creativa, elaborada por Philippe Aigrain y gestionada por La Quadrature du Net, optaba, sobre todo, por un nuevo sistema de gestión, más transparente y más controlado por los ciudadanos.

 

Pero siempre había una crítica para llegar a tal resultado, la obligación de poner en marcha un sistema de vigilancia de los intercambios entre individuos con el fin de poder evaluar las volumetrías y de entregar las cantidades a los diferentes artistas. Tal solución habría estado finalmente bastante próxima a lo que hace la Hadopi en el marco de la respuesta proporcionada y planteaba verdaderos problemas de violación a la privacidad. Para afrontar esta dificultad, la propuesta de la Quadrature du Net pretendía sobre todo que pasase por los paneles de los usuarios voluntarios para evaluar el volumen de intercambios a partir de su práctica (un poco a la manera de las medidas del índice de audiencia).

Esta solución habría sido sin duda viable, pero tenía algo que la hacía insatisfactoria. No obstante, Blockchain quizá permitía también afrontar estas dificultades. Con este sistema de registro descentralizado, solo se necesita que el reparto del dinero recaudado pase por un organismo centralizado (ni las antiguas sociedades de gestión colectiva, ni las nuevas). Si los intercambios de obras entre individuos se efectúan mediante una cadena de bloques, la base de datos puede albergarse colectivamente de manera distribuida, al igual que el registro de BitCoin. Como ya hemos visto, Blockchain también permitiría a los creadores declarar simplemente su catálogo de obras y obtener una remuneración según los usos, mediante un algoritmo público y transparente, cuyos parámetros podrían fijarse aquí por la ley. Además, BitCoin ha mostrado justamente que Blockchain también podía servir para preservar el anonimato de los intercambios y esta capacidad podría ser extremadamente valiosa para garantizar la trazabilidad y la cuantificación, sin perjudicar la confidencialidad y la privacidad de los internautas.

 

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