Efectivamente. Votamos mal. Porque no sirve. Tras casi seis meses de tira y afloja el final será repetir elecciones de nuevo. Y son las cuartas en cuatro años. Algo no funciona.
Mientras tanto el país a medio gas. Muchos diréis “pues yo sigo como siempre”, porque el español de a pie, a corto plazo, esto no lo nota. Pero los problemas están ahí: falta de financiación de las comunidades autónomas, proyectos parados, decisiones importantes aplazadas por falta de gobierno estable… y mucho más. Y, como digo, quizás ahora no lo notemos pero si el asunto se enquista tenemos un problema importante.
Y la verdad es que parece complicado que no sea así. Iremos de nuevo a votar en unas elecciones a las que se presentan los mismos. Mismas siglas, mismas caras, nada cambia. ¿Que probabilidades hay de que, ahora, se den las condiciones necesarias para conseguir un gobierno estable de una forma fácil? A mi modo de ver ninguna.
Lo normal es que, a pesar del lógico baile de votos de acá para allá y salvo sorpresa, los resultados de las próximas elecciones del 20 de noviembre vuelvan a ser realmente parecidos. No se perciben probabilidades de que ningún partido tenga el potencial suficiente hoy en día para arrebatar una ingente cantidad de votos a sus rivales. El bipartidismo desapareció y ha dado lugar a una situación en la que nadie come ni deja comer.
Pero ¿cuales son los verdaderos motivos para que nos encontremos en esta situación? Principalmente la incapacidad de los dirigentes actuales para la negociación. El enroque de las posturas de unos y otros, incapaces de conseguir ningún acuerdo válido entre ellos, y prestando más atención quizás al descrédito de la oposición que a buscar una salida hacia adelante.
Ojalá me equivoque, pero las perspectivas no son nada halagüeñas. El 2019 se cerrará muy probablemente sin gobierno. Y está por ver si lo conseguimos, y cuando, durante 2020.
