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Universidad de Salamanca
Blog de Antonia Durán Ayago
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Contra la Universidad

Dejo para otro post unas reflexiones sobre lo que significa ser profesor universitario hoy, en el actual contexto tanto económico como evaluador en el que nos hallamos sumidos.
Pero hoy quiero compartir con ustedes algunas ideas que me sugiere el Real Decreto-ley 14/2012, de 20 de abril, de medidas urgentes de racionalización del gasto público en el ámbito educativo.
Antes de llegar a él, tengo por fuerza que detenerme en las declaraciones del Sr. Ministro de Educación, verdaderas perlas, sobre su diágnostico sobre el sistema universitario español. En su opinión y basado en datos que contrastadamente no son ciertos, hay en la Universidad española un 30 % de abandono, lo que supone un gasto de 3000 millones de euros para las arcas públicas. Según la Conferencia de Rectores, la tasa de abandono es del 12 % y el 18 % restante corresponde a traslados de expedientes. Además, señala que el paro entre titulados universitarios es del 21 %, como si por tener un título estuvieran en paro y no por las circunstancias económicas que tan mal están sabiendo gestionar. No dice que entre los no titulados el paro aumenta al doble.
Luego se descuelga afirmando que en España hay demasiadas Universidades, 79, entre las que se incluyen 28 privadas cuya financiación, me parece a mí, que no depende del Estado. En España tenemos una Universidad por cada 500.000 habitante; en Reino Unido, por ejemplo, una por cada 253.000 habitantes. Y respecto a que ninguna Universidad española está en el ránking de las más prestigiosas, vuelve a equivocarse. La Conferencia de Rectores ha informado que España es la novena potencia científica mundial y la octava en publicaciones por habitante con resultados similares a Japón, y además, si se relaciona la producción científica por habitante con el porcentaje de gasto en I+D, resulta que España es uno de los cuatro sistemas más eficientes del mundo.
En conclusión, con un diagnóstico equivocado, las soluciones no pueden sino estar equivocadas. Y en este momento vamos al Real Decreto-Ley que, aparte de permitir una subida de las tasas académicas y reajustar (disminuir) las becas universitarias, carga contra el profesorado imponiendo a aquel que no cuente con un sexenio de investigación vivo la carga de impartir 32 créditos ECTS sobre los 24 anteriores a la reforma, lo que obliga al profesor a dedicar únicamente a la docencia 422 horas por curso académico, olvidando que el profesor también tiene que investigar no sólo para publicar sino para que sus clases tengan mayor calidad y que con esta carga docente muy difícilmente podrá hacerlo. De esta manera se aboca a una parte del profesorado únicamente a la docencia, sin permitirle que avance en su carrera investigadora, sin haber tenido posibilidad de elegir este camino. Lo que a la postre supone convertir un premio que hasta ahora era un sexenio (complemento salarial con repercusiones en la carrera científica) en una necesidad y el problema es que en la concesión de sexenios también puede haber intereses de todo tipo más allá de los puramente científicos. Todo esto, claro está, no va a redundar en beneficio de la Universidad española, antes al contrario.

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Racionalizar la oferta universitaria

Aparece en la prensa de hoy la noticia de que el Ministro de Educación pretende reducir la oferta de títulos universitarios que le parece excesiva. Esta noticia contrasta con otra que aparecía ayer por la que la Agencia para la calidad del sistema universitario de Castilla y León, donde es sabido, gobierna el Partido Popular, aprobaba la impartición de ocho Grados en una Universidad privada en Burgos, de nueva creación. A mí esto me parece contradictorio.
Porque si lo que vamos a hacer es reducir el número de titulaciones en las Universidades públicas, y al tiempo ir dando mayores titulaciones a las Universidades privadas, la ecuación parece que no es complicada.
De acuerdo, en que la oferta universitaria ha de racionalizarse. Pero si de lo que verdad se trata es de racionalizar, más que enviar mensajes contradictorios por parte de los dirigentes del mismo partido según donde se encuentren, quizás lo más razonable sería sentarse a pensar en una distribución racional del mapa de titulaciones, si es que es eso lo que buscamos. Si no, llamemos a las cosas por su nombre y digamos que lo que queremos también es terminar con la Universidad pública y apostar por la privada. Y entonces, cuando esa sinceridad aflore, habremos de actuar todos en consecuencia.

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Otra reforma en la Educación

Probablemente haya quien piense que España es un país serio y puede incluso que no se equivoque. Pero la percepción que yo tengo de este país está muy lejos de verlo como un país en que se hacen las cosas seriamente. Podría poner muchos ejemplos, todos ellos muy próximos y ligados posiblemente a la coyuntura tan gris que estamos viviendo, pero hoy sólo quiero detenerme en la enésima reforma de la Educación anunciada ayer por el ministro del ramo.

Quien piense que modificando cada dos por tres la Educación, ésta va a ser mejor, se equivoca. El problema que existe en España es que una cuestión tan importante como la Educación no se concibe como una política de Estado, sino que está al albur del partido que gobierne o del ministro que toque. No sé por qué reforma vamos ya en la educación en los últimos 20 años, pero han sido muchas y ninguna ha tenido la duración suficiente para comprobar si era útil. Abducidos por lo inmediato, parece que el legislador tiende a pensar que sólo con cambiar las leyes se mejoran las situaciones que regulan, y eso dista mucho de ser cierto. En la Educación se necesita estabilidad y mucho sentido común, y recuperar la cultura del esfuerzo y del trabajo bien hecho. Lo volátil de las reformas habidas anteriormente hace presagiar lo peor para ésta.

Por otro lado, que el debate de todo lo que esta reforma implica se haya centrado en la redefinición de la asignatura de Educación para la ciudadanía, dice mucho, por cierto y también, de la seriedad de este país.

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Elecciones generales 2011: lo que se juega la Universidad

No sé si la sensación que tengo respecto de estas elecciones estará o no muy extendida. Particularmente, pienso que son unas elecciones descafeinadas. Hay ausencia de debate político y parece que todo está ya decidido desde hace muchos meses. Quizás desde aquel mayo de 2010 en que el Presidente del Gobierno dio un giro inesperado a sus políticas y de la noche a la mañana abandonó lo que había sido su línea de gobierno en los últimos años para ceñirse o  plegarse a las exigencias que venían de Europa (o de los mercados de Europa).

A mí me hubiera gustado asistir a un debate de mayor nivel y más amplio que el que tuvimos la oportunidad de presenciar el pasado 7 de noviembre. Fue la puesta en escena de lo ya anunciado. No hubo nada nuevo bajo el sol.

Y claro, los ciudadanos, si atendemos a que todavía la democracia está en el pueblo, y no en los partidos políticos, que parece que la tienen secuestrada, esperábamos otra cosa. Esperábamos soluciones, posicionamientos. No reglas de perogrullo que entiende cualquiera, pues claro que todos sabemos que en el empleo está la clave del problema. La cuestión es de qué manera se genera empleo, y se hace crecer una economía que durante demasiado tiempo se ha asentado en el “ladrillo”. De eso no se habló ni se habla.

Y no sé si es porque ya todos estamos cansados; porque la desidia ha inoculado nuestras vidas o por qué, pero lo cierto es que ustedes como yo habrán observado que de Universidad prácticamente no se ha hablado en la campaña. Y lo que dicen los partidos políticos en sus programas tampoco tranquiliza. Hablar de Universidades de Excelencia está muy bien, pero sin apoyo económico es hablar de utopías, una vez más.

Hubo un tiempo en que algunos inocentes pensamos que los gobiernos iban a darse cuenta de que una de las principales herramientas para poder salir de la crisis estaba en la Universidad. Apoyar la Universidad supone abrir vías nuevas de desarrollo económico, en muchos casos, que en España apenas se habían empezado a explorar. Reducir los fondos destinados a I+D+i ha sido la prueba evidente de que no se ha querido o no se ha sabido dar un giro adecuado para reconducir la economía por otros caminos, diferentes a los ya transitados, conocidos y fracasados.

En vez de eso, nos encontramos con una terrible diatriba: mantener Universidades públicas sin fondos frente a privatizar Universidades. Evidentemente, frente a privatizar o tener menos fondos, yo elijo seguir manteniendo Universidades públicas. Pero me gustaría que en este debate escaso de ideas que se está produciendo en estos días, los políticos también escucharan a los ciudadanos, y quizás se darían cuenta que el compromiso que muchos, la mayoría, tenemos con el Estado del bienestar que tanto ha costado construir va más allá de unas siglas políticas. Los partidos tienen que adaptarse a lo que son, instrumentos de representación de la soberanía, y dejar de ser lo que aparentan,  liga de colegiales interesados en ganar el mayor número de sillones donde colocar a los amigos.

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De vuelta

El próximo lunes, 26 de septiembre, comenzará un nuevo curso para los alumnos de la Licenciatura en Derecho de la Universidad de Salamanca. A estos alumnos que daré clase este año y que les queda un único curso para terminar su Licenciatura me gustaría poder trasmitirles algo diferente de lo que todo y todos se encargan de trasladar en los últimos tiempos: fe en uno mismo; confianza en que el trabajo bien hecho va a tener una recompensa y que con esfuerzo podrán labrarse un buen futuro laboral.

Los tiempos convulsos que vivimos, donde los mercados ya hasta determinan pactos políticos para cambiar Constituciones en plazos brevísimos, antes inusitados; donde todo parece presagiar lo peor; donde la sombra alargada de la economía justifica recortes en lo más básico como la educación o la sanidad; no animan demasiado. Y sin embargo, y aunque puede ser calificado por algunos como “optimismo antropológico”, considero que lo que hace falta en estos momentos es transmitir confianza; trabajar y confiar en que el esfuerzo de cada uno va a poder dar sus frutos. A medio o a largo plazo, pero no cejar en ese empeño.

Si no transmitimos eso, estamos perdidos.

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Universidad, ¿mediocridad?

Me van a perdonar si hoy me tomo la licencia de criticar algunas cuestiones del sistema universitario. No es que quiera tirar piedras contra mi propio tejado. No seré yo  quien sostenga que la Universidad está en coma irreversible y que poco o nada tiene que aportar a la sociedad de nuestros días. No acostumbro a ser tan extremista en mis posiciones. Pero lo cierto es que un poco enferma sí que parece estar la Universidad, al menos la Universidad española que es la que más directamente conozco.

Quien es ajeno al mundo universitario podría pensar que para formar parte del claustro de profesores, para impartir docencia y para investigar, únicamente hace falta tener cualidades y haber demostrado solvencia primero con el expediente académico de licenciatura y doctorado y luego con las evaluaciones que los distintos organismos evaluadores van realizando a lo largo de la vida académica de un profesor. Eso en parte es así. El problema es que no siempre los mejores están en la Universidad y que no siempre quien evalúa lo hace objetivamente.

Desgraciadamente, y aunque ha habido intentos por combatirla, la endogamia es un mal que está haciendo mucho daño a la Universidad española. Antes, con el anterior sistema de selección del profesorado, la endogamia se llevaba a cabo a un nivel territorial (colocar al de casa en casa, sin permitir que pudiera venir otro de fuera mejor; eso ni se planteaba). Ahora la endogamia es a más alto nivel, las escuelas a nivel nacional luchan por colocar a sus acólitos en los puestos de decisión (llámense ANECA o anequitas) que evaluarán positivamente a sus correligionarios y negativamente a quienes no lo son. Es triste, pero es así. Por no hablar de que en estas evaluaciones, no siempre se evalúan de la misma forma los méritos. Así, puede suceder que  lo que para unos es un demérito, para otros pueda ser percibido como algo positivo. Y no quiero poner ejemplos más concretos. Pero los tengo y todo el que trabaje en este mundo sabe a lo que me estoy refiriendo.

Con este sistema de evaluación del profesorado, el principio de mérito y capacidad no sólo brilla por su ausencia, sino que se prevarica sin escrúpulos para echar por tierra los méritos y la capacidad  que puedan tener según qué candidatos. Claro, esto tiene una trascendencia para la vida profesional de muchas personas que han hecho de la Universidad su vida. Trascendencia que también se mide por la desconfianza que este sistema puede inocular en aquellos que son maltratados por el mismo.

La consecuencia es clara. Si en vez de premiar al que trabaja, se le castiga, la Universidad pierde fuerza, pierde vitalidad, pierde ilusión. Si en vez de valorar al que trabaja, se le cuestiona, la Universidad gana en mediocridad y pierde en energía.

La Universidad española todavía es mediocre, y lo seguirá siendo hasta que el principio de mérito y capacidad, no sea sólo palabra muerta que sí, está en la Constitución española, pero bueno, ya se sabe, en la Universidad hay muchos que se creen por encima de la Constitución y de todo lo divino y humano. Y cuando eso sucede, y ya digo, sucede con bastante frecuencia, el tufillo a prevaricación tiñe de mediocridad lo que debería ser sólo y únicamente crisol de saberes.

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Regreso

Sí, es evidente. Volver casi un año después a este espacio no es de recibo. Blog, lo que se dice blog, y si con ello se hace referencia a la continuidad y frecuencia con que se vierten comentarios, no es que sea. Asumo mi parte absoluta de culpa por esta dejadez y retomo la tarea al final de donde la dejé.
Finalizó el curso. Y prácticamente todo sigue igual. La Universidad avanza por unos derroteros inciertos, sin financiación suficiente; la crisis sigue marcándonos el paso; el desempleo haciendo mella; los bancos y las grandes empresas continúan con sus beneficios (se privatizan las ganancias y se socializan las pérdidas, ya se sabe); las elecciones municipales y autonómicas parecen haber puesto punto y final a un ciclo, abriendo otro de resultados también inciertos; con las instituciones por los suelos; los políticos mirando para otro lado; el movimiento 15 M demandando un espacio social de reivindicación para los indignados que somos muchos, y así, asistiendo todos los días a un espectáculo lamentable de degradación de la vida democrática, donde los partidos parecen haber secuestrado la verdadera esencia de la soberanía, asistimos a un compás de espera que no sé muy bien a qué o a dónde nos llevará.
Entretanto, los privilegiados que tenemos la suerte de seguir trabajando (al menos de momento) en lo que nos apasiona deberíamos plantearnos cómo contribuir a que esto se desatasque.  No me refiero a aportar grandes soluciones; me refiero a lo que cada uno en conciencia puede hacer desde su ámbito para oxigenarse. Y es que tengo la impresión que lo que falta es aire nuevo…

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Comienzo de curso

Hoy comienza oficialmente el curso 2010/2011 en la Universidad de Salamanca. Es éste un curso lleno de novedades por la implantación del Espacio Europeo de Educación Superior.  Y también repleto de interrogantes. Interrogantes que van más allá o trascienden a la pregunta retórica tantas veces hecha durante estos años de si servirá para algo este cambio, o las cosas seguirán igual que siempre. Sin duda, algunos no cambiarán porque tienen muy interiorizado el método esculpido a fuerza de años y de inercia. Otros en cambio intentarán con renovadas ilusiones poner a salvo los valores que han inspirado y deben seguir inspirando siempre a la Universidad, por mucho que la metodología cambie y que la imaginación conquiste un pequeño espacio entre la rutina. La Universidad es generadora y transmisora de conocimiento y para que eso siga siendo así, para que la Universidad retome lo que en otras épocas ha supuesto de revulsivo, debería repararse en ella. Más en estos tiempos de crisis en los que sorprendentemente se restringen los fondos destinados a la investigación. Eso demuestra lo poco, poquísimo que hemos aprendido de esta crisis. Parecía que queríamos reconducir el camino; apostar por el conocimiento como propulsor de la economía y sin embargo, no sólo no se apuesta fuerte por la investigación, sino que se reducen los fondos destinados a la misma. Habrá que seguir tirando; otra no queda. Pero en un inicio de curso como éste, con tantos cambios hechos a base de esfuerzo e imaginación, a la Universidad se la debería mirar con otros ojos. Unos ojos como con los que nos miran todos los que hoy han comenzado sus clases en la Universidad; con ojos de esperanza.

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