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Archivo | 22 junio 2016

Repensar la democracia

Es curioso la capacidad que tienen algunos de manosear los conceptos hasta dejarlos irreconocibles. En los últimos tiempos, probablemente por la baja o nula talla intelectual de quienes ocupan puestos de responsabilidad en los partidos políticos, hemos asistido a un empobrecimiento o hasta me atrevería a decir, jibarización de la democracia. No soy politóloga, así que comprenderán que esto que voy a contarles es sólo una opinión, como casi todas las que vierto en este blog.
Creo que para construir una sociedad verdaderamente democrática hay factores que deben estar presentes y que en muchos casos faltan. Si la democracia es el gobierno del pueblo, si son los ciudadanos los verdaderos artífices del proceso, entonces deberíamos centrarnos en ellos para darnos cuenta de que sólo si conseguimos ciudadanos bien formados, con conocimientos y aptitudes democráticas, con capacidades de autoafirmación y desarrollo, podremos hablar verdaderamente de democracia. La pluralidad informativa es otro de los factores claves. Si mayoritariamente la información nos llega a través de grupos editoriales controlados a su vez por importantes grupos económicos con unos intereses bien definidos, puede que esa información nos llegue sesgada, o al menos no sea todo lo imparcial que se presume que debería ser toda información, que no opinión. El problema es que la opinión ha ido ganando tanto peso que al final determina la información y eso es un riesgo.
La democracia ha sido secuestrada en buena medida por los partidos políticos. En realidad, son ellos los actores principales del proceso, relegando a un segundo plano a los ciudadanos, lo que ya denota un fallo importante del sistema. Los partidos elaboran un programa con el que se presentan a las elecciones, pero realmente no se trata de un contrato programa. Es decir, pueden al día siguiente de ganar las elecciones hacer lo contrario de lo que en él se dice sin que haya consecuencias jurídicas como a mi juicio debería haber. Pueden incluso manipular la realidad y verter información errónea sobre los procesos. Ahí tienen el referéndum británico sobre el Brexit. La demagogia pudo a la democracia, pero la democracia debería contar con procedimientos jurídicos sólidos que le permitieran defenderse de la demagogia. Otro ejemplo de esto que les digo es Trump. Es increíble que se pueda decir lo que este señor dice, sin que haya consecuencias. Y lo que es peor que haya ganado las elecciones. Lo han votado millones de estadounidenses, es cierto, pero afrontemos el debate de la legalidad frente a la legitimidad. Democrático también fue el tercer Reich y fíjense para que se utilizó ese poder democráticamente elegido. El holocausto es el más absoluto fracaso de la humanidad y a él llegamos como llegamos. A la democracia hay que revestirla de valores sólidos porque si no corremos el riesgo de morir en ella. El aumento de la presencia institucional de los partidos xenófobos en la Unión Europea da buena prueba de ello. Y al final de todo esto llegamos al principio. El poder lo tienen realmente los ciudadanos. Pero para ello hemos de formar ciudadanos con valores sólidos, comprometidos con la defensa de los derechos humanos, que sepan discernir y se sitúen en un escenario lejos de populismos. Tenemos que repensar la democracia. Porque siendo, creo, el mejor de los sistemas, para que funcione de forma adecuada es preciso fortalecerla y apuntalarla. Justo lo contrario de lo que se está haciendo.

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