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Blog de Antonia Durán Ayago
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Archivo | junio, 2016

Ahora que el Brexit es una realidad

Los malos pronósticos se cumplieron y al final los británicos han decidido dejar la Unión Europea. No es una buena noticia. En la actual situación de zozobra que vive la Unión, tras las politicas de austeridad impuestas y fracasadas y la falta de solidaridad en la gestión de la denominada crisis de los refugiados, el portazo del Reino Unido supone un duro golpe a sus cimientos. También, por contra, podría generar una reacción que regenerara el compromiso político de los ahora 27 Estados miembros, y se afianzara en una unión más allá de lo económico. Ya no tendrán la excusa del Reino Unido para parapetarse tras los infructuosos avances en este campo. Cierto que el Reino Unido se había convertido en una rémora que hacía difícil avanzar a la Unión. Pero habiendo optado por salir de esa Unión, a Europa sólo le queda ser firme y autoafirmarse como un espacio necesario y que, si se ponen los medios adecuados, puede resultar de nuevo sugerente.
Me preocupa mucho las reacciones xenófobas, racistas que están teniendo lugar en los últimos días en Reino Unido. De esto tienen mucha culpa muchos de los que han defendido el sí al Brexit, que se han encargado de soliviantar los ánimos dirigiendo su frustración e ira hacia los extranjeros con independencia de su origen. Es tan tremendo haber llegado hasta esto. Al final, por la cortedad de miras de unos pocos, incluido y principal responsable el presidente Cameron, van a pagar todos. Y cuando se den cuenta de que han elegido la peor opción ya será demasiado tarde.
Jurídicamente, la salida del Reino Unido de la Unión supone la deconstrucción para este país de todo un andamiaje jurídico que se ha ido construyendo a lo largo de los años para garantizar la libre circulación de personas, también de mercancías, capitales y servicios. No sé si habrán calibrado todo el coste que ello les va a suponer. De entrada, dejará en una situación complicada a todos los británicos que se encuentran en países de la Unión, puesto que los ciudadanos británicos dejarán de ser ciudadanos europeos. Quiero pensar que se firmará con Reino Unido un acuerdo parecido al que ahora existe con Suiza que permitirá equiparlos en derechos al resto de europeos. Y por contra protegerá también al resto de ciudadanos europeos que se encuentran en Reino Unido.
La salida del Reino Unido afectará a sus empresas, porque se dejarán de aplicar los Reglamentos europeos que regulan las cuestiones de Derecho internacional privado que facilitan el acceso a la tutela judicial efectiva. Habrá que ver si en materia de competencia judicial internacional y de reconocimiento de decisiones se decide a firmar el Convenio de Lugano de 2007, de cuyo antecesor fue parte. En todo lo que afecta a las cuestiones de Derecho de familia en que también se han elaborado Reglamentos, Reino Unido dejará también de ser parte, y no hay que perder de vista el amplio número de familias mixtas que necesitan una respuesta internacional.
En fin, que al Reino Unido se le plantea un camino árido que tendrá que hacer y a la Unión Europea un ejercicio de responsabilidad y saber estar que tampoco será fácil con el terrible déficit de legitimidad por el que atraviesa. Cruzemos los dedos para que esto no sea un desastre.

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Sin palabras

Es muy difícil poder explicar lo que ha pasado en las elecciones del pasado domingo. Al menos para mí lo es. Inexplicable era que todas las encuestas dieran al PP un índice de apoyo alto, a pesar de todo lo que ya sabemos y probablemente todavía ignoremos. Pero lo que no parecía tan previsible es que saliera tan reforzado de estas elecciones, hasta el punto de que nos veamos abocados a cuatro años más de políticas austericidas, cercenando aún más los ya maltrechos derechos de los ciudadanos.
Al otro lado, se presenta una izquierda como siempre dividida, sin que ninguno de los proyectos haya convencido a la gente de izquierda, al menos no a la mayoría. Ni sonrisas, ni poses, ni marketing. El votante de izquierdas es mucho más exigente y necesita proyectos, ideas creíbles, ideas que emocionen y que le lleven a votar una opción porque la considera buena, y no a votar, ante el sombrío panorama, la opción que considere menos mala. Se ha perdido una oportunidad de oro para enderezar el camino. Ahora, con cuatro previsibles años más de esta política que hasta aquí nos ha traído, nos alejaremos más de dónde veníamos y ya sabemos adónde vamos o adónde nos llevan. El Estado policial está haciendo acto de presencia y los recortes sistemáticos y ya anunciados fuera de nuestro país, están a la vuelta de la esquina.
Al final, la polarización entre PP y Podemos ha ayudado al PP que es el que moviliza de verdad a su electorado, por temor a lo desconocido o a lo que sea. En cambio, Podemos no entusiasma a los votantes de izquierda porque no tiene un proyecto de verdad, íntegro, cabal. Sus ideas son volátiles y están demasiado unidas a un líder omnipresente que a mi juicio ha diluido en la nada lo que pretendía ser Podemos o para lo que nació. Del PSOE mejor ni hablamos. Sin autocrítica, se hunde cada vez más en su falta de ideas. Aunque el verdadero perdedor de estas elecciones ha sido Izquierda Unida, que se dejó absorber por Podemos en una fusión por absorción que tan malos resultados les ha dado. Los votantes de izquierdas son más inteligentes de los que los partidos de izquierdas piensan. A ver si se dan cuenta y actúan en consecuencia.

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Brexit: más allá de las cifras

Mañana los británicos deciden si quieren seguir siendo parte de la Unión Europea o quieren salir de ella. Más allá de las explicaciones melodramáticas que pululan por doquier estos días, considero que lo que menos importan son las cifras. Es cierto que Reino Unido es miembro de la Unión Europea prácticamente desde sus inicios, en concreto desde enero de 1973, fecha en que se produjo la primera incorporación de Estados a los seis fundadores que dieron sus primeros pasos en 1957. Desde su incorporación, Reino Unido ha sido de los países denominados euroescépticos. Ha sido muy reticente a ceder parte de su soberanía a un proyecto de integración que en principio sólo era económica pero que desde 1992, con el Tratado de Maastricht y la creación del concepto de la ciudadanía europea, ha intentado hacer sus pinitos también en lo político. A la vista está en la hoja de resultados que el proyecto político ha avanzado menos de lo esperado, y considero que menos de lo necesario. Los chantajes de Reino Unido han sido constantes y se han incrementado en los últimos años, fundamentalmente a raíz del frustrado Tratado de Constitución europea. No nos debe sorprender por tanto que mañana se decida en Reino Unido sobre su futuro en la Unión Europea. Si sale el sí, habrá que reconocer un fracaso, pues nunca antes un país miembro ha decidido dejar la Unión, y habrá que calibrar en ese caso, el más que probable efecto contagio. Si sale el no, Reino Unido debería realmente dejar de poner en jaque el proyecto de Unión. Porque si los proyectos son compartidos, sólo cabe remar en la misma dirección. Lo contrario, es torpedear desde dentro lo que nos une. Y valoren ustedes qué es más peligroso.

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Pues nada, más de lo mismo

No pretendo aburrirles con una interpretación más de las numerosas que ha habido sobre el famoso debate del lunes entre 4 de los candidatos a las elecciones del 26 J. Sólo les diré que pese al interés con que lo escuché, no descubrí ni un ápice de ilusión, ni de optimismo, ni de creérselo en ninguno de los que intervinieron. Por contra, detecté mucha cara dura, revanchismo a manos llenas, prepotencia contenida y caramelos envenenados por doquier. Tremendo que tengamos un presidente que repita vez tras vez que gobernar es muy difícil y que al gobierno se llega aprendido, “no se viene a hacer prácticas”, según sostuvo. También me llamó la atención que comparara los casos de corrupción tan graves que pesan en su partido con un pago que otro candidato había hecho sin IVA, pese a ser ésta una conducta que debería erradicarse, por supuesto. Lo de Sánchez y su repetición cansina de los extremos que bloquearon su investidura, no muestra más que anda tan perdido que no sabe adónde agarrarse. El problema es que cuando se dé cuenta, si llega ese momento que también lo dudo, será demasiado tarde. Rivera es el que sostuvo en el debate cierto grado de soltura y a veces, como en el caso de la corrupción, estuvo certero en mostrar que difícilmente se puede regenerar cuando se ha contribuido a la podredumbre del sistema. E Iglesias dejó mucho que desear, pese o quizás debido a las expectativas creadas. Una pena que después de todo lo andado, tengamos sólo esto para las próximas elecciones. Un panorama desalentador donde los haya.

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¿Dónde están las ideas? ¿Dónde está la política?

Señal de que el debate no existe o está empobrecido es que los medios de comunicación repiten de forma insistente expresiones importadas como el manido “sorpasso” o repetidas hasta la saciedad, “representantes de la nueva política”, “regeneración democrática”, “vieja política”, etc. No sé si ustedes habrán escuchado algo realmente interesante para nuestros intereses (los de los ciudadanos) en estos días de precampaña. Y mucho me temo que lo interesante no llegará. Simplemente porque las ideas, si las hubiera, se han convertido en una especie de arma arrojadiza cuyo objetivo último es hacer daño al adversario político, aunque esto de adversario tampoco esté bien definido.
Yo no vi el encuentro/debate de ayer en La Sexta entre Rivera e Iglesias, pero de la lectura de los titulares de hoy se desprende que lo que se vendía como nuevo es tan rancio que asusta. En general, la ilusión porque todo pueda hacerse de forma diferente ha desaparecido, porque ya sabemos que el humo no todo lo puede. Y Venezuela menos.

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Sencillo

Sí, porque tampoco es tan complicado comprender que algo va mal en nuestro país si un partido político plagado de casos de corrupción sigue estando a la cabeza de las encuestras electorales. Es muy sencillo darse cuenta de que algo no va bien si pese a las políticas austericidas que se han puesto en práctica en los últimos años y que han diezmado como nunca el denominado Estado del bienestar, la mayoría se propone seguir dando boleto a las mísmas políticas, con el añadido además de que ya suenan voces que auguran una crisis más profunda en 2017 que la que hemos padecido y seguimos padeciendo. Dar la confianza al mismo partido supondrá que aprovechará cualquier resquicio para seguir con su plan de privatizaciones en sanidad, educación, pensiones, etc., etc. Pues nada, sigamos profundizando en los infiernos si tan bien parece irnos en ellos. Yo cada día me planteo más seriamente si este es el país en el que deseo que crezcan mis hijos. Así de sencillo.

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