El pasado 13 de abril el pesquero ruso Oleg Naydenov, denunciado en varias ocasiones por Greenpeace por pesca ilegal, ardió y se hundió frente a las costas canarias. Igual que con el Prestige, en este caso también se decidió alejarlo de la costa. El buque se hundió con 1500 toneladas de fuel dentro, que poco a poco van llegando a Canarias. Igual que con el Prestige, el Ministerio de Fomento ha minimizado el riesgo del vertido y si no ha hablado de finos hilillos de plastilina, ha indicado que la grieta por la que se escapa el fuel es tan pequeña que es muy difícil que el fuel llegue a la costa. Pues está llegando. Han pasado 14 días. Y ya desde el primero se vio que esto podía pasar. ¿Cómo es que con el reciente antecedente que tenemos en el Prestige esto pueda volver a estar pasando? Lo peor es que parece ser que todavía no es un vertido lo suficientemente importante para que llegue a portada en los medios. Mejor hablar de otras cosas. Del medio ambiente, tema poco importante y que no vende, mejor que hablen otros. Así el Gobierno, por ese lado, respira todavía tranquilito.
Nada original
No voy a ser original. No voy a decir nada que no se haya dicho ya, no en las últimas horas, donde la cantidad de fallecidos en el mar oprime con fuerza el corazón, sino que no voy a decir nada que no se haya repetido con insistencia en los últimos años. Demasiados. Pero tengo que decirlo porque ver cómo mueren en el mar niños que han sido puestos en embarcaciones por mafias, por sus padres, por quienes sea, da la talla del momento que vivimos. No voy a repetir lo sencillo: La Unión Europea debería hacer más. Debería despertar de su letargo y convertir sus operaciones de “Mos Maiorum” en verdadero respeto a sus ancestros. Sin insultar a la inteligencia. Sin jugar a un doble juego. Sin erigirse de un lado en defensora de los derechos fundamentales y de otro tratar a los inmigrantes como amenazas; hablando de “efecto llamada” cuando las personas huyen de situaciones de opresión de sus Estados, o de la pobreza o simplemente de la guerra. No voy a criticar a Frontex; no voy a decir que me parece de todo punto inadmisible que la Unión Europea no ponga más medios para rescatar a los que naufragan. Sin perjuicio de que todos sabemos que hay que actuar en origen… ¿Y qué están haciendo? ¿A qué esperan? ¿Acaso no les es rentable? ¿No les conviene, no les interesa?
No, no voy a repetir lo sencillo. Sólo me gustaría decir que al ver las imágenes que todos hemos visto he sentido con toda intensidad lo injusto, lo inmensamente injusto que es el mundo. Y también, y esto duele todavía más, la vil hipocresía que hay tras tanta norma de extranjería que no esconden más que el egoísmo y si me apuran la apostasía del Derecho.
El miedo al otro
Los delitos basados en el odio (odio al extranjero, al que tiene una orientación sexual diferente, al discapacitado, a la mujer…) han aumentado en España en los últimos años. Así lo explicaba hoy el Ministro del Interior. Lo que denota claramente que tenemos una sociedad enferma. Una sociedad en la que no sólo falta respeto, sino también, y muy fundamentalmente, educación y conocimiento. Porque sólo el que conoce al otro puede respetarlo y puede entender y asumir su diferencia.
Para contribuir a crear una sociedad sana, en la que nuestros hijos crezcan respetando la diversidad e integrándola como un factor de riqueza es necesario que desde todos los sectores se contribuya a tratar al otro, al que no es como “yo”, con respeto. No se trata de tolerancia. Se trata de entender que lo diferente puede contribuir a enriquecer lo que somos, a paliar nuestras carencias y a hacernos más humanos.
Un adolescente que sin mediar palabra en el metro da una patada a una mujer por el hecho de tener rasgos diferentes o por el hecho de ser mujer denota no sólo maldad, sino fundamentalmente desconocimiento de lo ético, de lo correcto y es muestra de la más absoluta estulticia.
Un hombre que agrede a su pareja, por considerarla de su posesión, no es más que un pobre desalmado con miedo. Así de claro lo decía el siempre certero Eduardo Galeano: “Hay criminales que proclaman tan campantes ‘la maté porque era mía’, así no más, como si fuera cosa de sentido común y justo de toda justicia y derecho de propiedad privada, que hace al hombre dueño de la mujer. Pero ninguno, ninguno, ni el más macho de los supermachos tiene la valentía de confesar ‘la maté por miedo’, porque al fin y al cabo el miedo de la mujer a la violencia del hombre es el espejo del miedo del hombre a la mujer sin miedo”.
El que se mofa de otro por tener una determinada orientación sexual se alinea en la frontera de la pobreza, porque a priori rechaza la idea de que se pueda sentir deferente, amar diferente sin que eso suponga merma alguna, sin que la persona que así siente deba sentirse menos que otras que sienten “como la mayoría”.
Y así podría seguir enumerando mil y un comportamientos basados en el odio y fundamentalmente en el desconocimiento tanto de uno mismo como del otro.
Sin embargo, lo importante, lo que nos debe llevar a reflexionar, creo, es que estos comportamientos no nacen de la nada ni son comportamientos aislados, sino que en buena medida hay siempre un caldo de cultivo que los promueven. Quizás no sea políticamente correcto lo que voy a decir, pero no me parece el mejor ejemplo para apelar el respeto y combatir el racismo y la xenofobia el que desde el Ministerio del Interior se haya dado orden a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado de repeler de la manera que sea al inmigrante que pretende saltar la valla de Melilla para llegar a España. No sólo no es ético ni moral, sino que además es ilegal, por mucho que se hayan despachado con una reciente ley que intenta hacer legal lo que no puede serlo por contravenir todos los convenios internacionales de los que España es parte. Muy bien se explica en este informe.
Tampoco parece muy respetuoso apelar a la igualdad y al respeto a la diversidad cuando llevando vigente en España ya casi diez años la ley del matrimonio entre personas del mismo sexo las solicitudes que hay que rellenar para el colegio, guarderías y demás, hablen siempre del padre y de la madre; o que se siga celebrando en la mayoría de los centros el día del padre y de la madre, sin tener en cuenta que existen muchos tipos de familia y que hacer eso supone poner al niño en un escenario complejo por mucho que eso sirva para a raíz de ello poder explicar que existen diferentes tipos de familia…
Y por citar solo un último ejemplo, y yendo al terreno siempre doloroso de la violencia de género, no será posible reducir hasta desterrar esta terrible realidad hasta que la igualdad sea real y no meramente formal. Por cientos de congresos que haya, por miles de campañas publicitarias que se promuevan, hasta que en el seno de la familia no se desdibujen los roles de hombre y mujer que siempre han existido, desgraciadamente persistirá esta lacra. Y para ello es clave la educación y el ejemplo que demos a nuestros hijos.
En fin, que el odio se basa en el miedo y el miedo en el desconocimiento. Una sociedad mejor formada contará con más resortes para contribuir a hacer un mundo más humano. A contribuir a ello estamos llamados todos.
Lo volátil
Quizás se deba a que vivimos en una sociedad en que la inmediatez de las comunicaciones y la cantidad de información que se genera y que se comparte hace difícil la digestión de lo que realmente ocurre a nuestro alrededor. Los medios de comunicación son los que deciden cuánto tiempo puede estar en primera línea un asunto, qué asuntos deben estar en primera línea, y cuando deciden que ese asunto ya no es actualidad o ya no “vende” de un plumazo desparece de las portadas. Y parece que lo que no esté en las portadas no existe. Pero obviamente no es así. Es verdad que tenemos a disposición las hemerotecas, que podemos consultar cada vez que tengamos dudas de lo que sucedió, se dijo o se hizo. Pero muchas veces el contexto hace que pasado el tiempo lo que sucedió, se dijo o se hizo incluso pierda el contenido que en su momento tuvo.
A esto se aferra con mucha frecuencia el que a la sazón preside el gobierno de España. Confía en que todo lo hecho, todo lo dicho pierda intensidad ahora que se avecinan elecciones. Y para atemperarlo todo y contribuir a trastocar las percepciones ha comenzado a acuñar el mantra de que el milagro económico ha acaecido. Y para allanar el camino y despojarlo de ramojos se permite ahora ofrecer pequeñas concesiones que han supuesto realmente graves privaciones de derechos. Recordemos la ley de tasas judiciales, o la privación de la sanidad pública a los inmigrantes irregulares o resistirse durante demasiado tiempo a sufragar el coste de determinados medicamentos que para muchas personas suponía la posibilidad de seguir viviendo o morir… Pero estas limosnas que ahora se nos ofrecen y ese mantra de que todo va bien, cuando la desigualdad en España ha crecido exponencialmente como en ningún otro país de la UE en los últimos años y la pobreza infantil es una de las más altas de los países de nuestro entorno, únicamente reafirman lo volátil que es todo. Porque algunos se lo creerán. Creerán que el milagro económico ha llegado de la mano de un gobierno que sostiene un partido al que parece no hacerle mella alguna los procedimientos judiciales por corrupción en que se halla inmerso. Y lo cierto es que los politólogos tienen trabajo para explicar cómo es posible que habiendo tantos motivos para el desencanto, en muchas encuestas lo sigan dando como ganador. Realmente, si los resultados confirmaran lo que dicen las encuestas, sería para hacérselo mirar.
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