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Blog de Antonia Durán Ayago
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Lampedusa

Cuando el pasado jueves un grupo de 500 personas viajaban hacinadas en un barco rumbo a la tierra de sus ilusiones seguramente pocos se habían planteado el peligro que suponía realizar este trayecto, aun cuando muchos antes que ellos hubieran perdido la vida al hacerlo. La vida es un bien que se convierte en relativo cuando el deseo por salir de la desesperación es más fuerte que todo. Es seguro que después de este barco vendrán otros, y que los que en ellos se embarquen no dudarán ni un segundo en hacerlo. Quieren salir de la pobreza de sus países de origen, y los riesgos en estos casos nunca se capitalizan, siempre se hacen a beneficio de inventario.

Lampedusa se ha convertido en estos días en el foco en que poner la mirada sobre el drama de la pobreza. Una pobreza que no entiende de leyes de control de la inmigración ni tampoco de las altas políticas europeas. En este caso, Italia, un país que se ha caracterizado en los últimos años, por leyes xenófobas y excluyentes, es el país de la Unión Europea donde se refleja el drama de no saber afrontar adecudamente los problemas.

Buena parte de las políticas de inmigración de los Estados miembros se europeizaron con el Tratado de Ámsterdam de 1997. Desde entonces y hasta el Tratado de Lisboa, la Unión Europea ha ido ganando protagonismo en esta materia. Y se han elaborado ambiciosos planes que hablan de solidaridad, de integración, de cooperación; que presentan a la inmigración como algo positivo y que visten a la Unión Europea como la tierra prometida que precisamente no es. La alfombra roja la tienen todos los profesionales cualificados que quieran venir a trabajar a nuestros Estados, pero no la mayoría de las personas que quieren encontrar una oportunidad de vida fuera de las estrechas fronteras de la pobreza.

La Unión Europea no se puede convertir en una fortaleza que asista impasible a este funesto drama. La cooperación, la inversión en estos Estados es algo que nos beneficia a todos y debe ser afrontado entre todos. Si no se hace así, si miramos para otro lado como si con nosotros no fuera, las tragedias se irán sucediendo como lo han venido haciendo hasta ahora y la herencia no podrá ser peor. Si ahondamos en la injusticia, estaremos contribuyendo a construir un mundo en el que la seguridad cada vez sea mayor utopía. Y es que los desequilibrios que existen entre las distintas partes del planeta nunca han sido tan bien percibidos como lo son ahora. Lo bueno de una sociedad en red es que las vergüenzas cada vez es más difícil esconderlas.

Duran Ayago Antonia

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