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Blog de Antonia Durán Ayago
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Archivo | 22 junio 2016

¿Qué Educación?

Es curioso que una ley tan importante como la que pretende regular la Educación en nuestro país concite tan pocos apoyos. Parece ser, por lo que se ve, que sólo cuenta con el apoyo del ministro del ramo, Sr. Wert  y de la jerarquía eclesiástica, muy contenta por cómo queda la religión en el futuro plan educativo. De estos escasos apoyos, y de que se trata de la enésima reforma de la educación en España ya podemos intuir su vigencia; probablemente fugaz. Lo que seguirá redundando negativamente en la sociedad en su conjunto. Hay cosas con las que los partidos políticos no deberían “traficar”. Y sin duda la educación es una de ellas. No acabo de ver la necesidad (si no es necesidad espuria) de que deba cambiarse la ley reguladora de la educación cada vez que hay un cambio de signo político en el Gobierno. ¿Acaso no es una materia lo suficientemente importante como para intentar lograr consensos y pactos? ¿Qué hay detrás de esa necesidad de controlar la educación? ¿Por qué hay tanto temor a idear una educación que enseñe a los alumnos a pensar y no que en un sentido o en otro adoctrine? Quizás por aquello que decía Huxley, “cuando un individuo piensa, la sociedad se tambalea”.

Todos deberíamos pensar en qué educación queremos dar a nuestros hijos. Y me interesa tanto o más el sistema como quiénes conforman el sistema. La necesidad de establecer exámenes o reválidas a cada poco choca con lo que se ha potenciado desde Bolonia a nivel universitario, en el que se nos ha intentado convencer que los exámenes no eran lo mejor, que había que apostar por una evaluación continua. Ahora que eso se está haciendo, quieren cambiar el sistema de evaluación de los niveles inferiores. ¿A qué estamos jugando? Lo importante son los conocimientos que se transmitan y cómo se transmitan; si no damos más margen de maniobra a los profesores, si no que por el contrario intentamos encorsetarlos en un sistema que apenas deja respirar, poco estaremos contribuyendo a crear un sistema educativo sólido. Y si los conocimientos van a venir diseñados por un Ministerio que no cree en la educación universal, sino sólo en las élites, involucionaremos cincuenta años.

La LOMCE apuesta por reconocer los talentos y potenciarlos, promoviendo una diversificación desde muy temprano que no es más que un clasismo indisimulado y segregador que puede volverse pernicioso si no se enfoca de forma adecuada. Es una ley que apuesta por la competitividad y busca una empleabilidad que el sistema educativo, a mi juicio, no tiene que proporcionar principalmente. Los fines de la educación deben ser otros, más cercanos a los que apunta ahora la LOE. La educación debe buscar la equidad, la inclusión, la cohesión social y la potenciación en el ejercicio de los valores democráticos. No introduzcamos el mercado ya desde los inicios de la formación. Apostemos por crear individuos con sólidos conocimientos y con herramientas suficientes para que sepan discernir, para que aprendan a elegir, para que decidan cómo y hacia dónde quieren caminar. Potenciemos una educación de valores y no caigamos en el error de utilizar a la educación para adoctrinar. Su fin nunca ha sido ese. Que se lo pregunten a los clásicos.

 

 

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