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Blog de Antonia Durán Ayago
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Archivo | junio, 2016

Cuando se sabe lo que se ha de hacer aunque se haga lo que no se debe

Esta mañana escuchaba las declaraciones que ayer hizo el Sr. Rajoy, varios días después (demasiados diría yo) de conocerse la terrible cifra de parados que hay en nuestro país. Pedía confianza en el Gobierno; porque el Gobierno sabe lo que hay que hacer y pedía “un poquito de paciencia”, en palabras literales. Y al tiempo, confirmaba a todo su equipo, alabando su capacidad de esfuerzo y sacrificio, dando a entender que en él no debe moverse nada porque él sabe perfectamente lo que hay que hacer. Habría que recordarle al Sr. Rajoy, que lo mismo que dijo ayer, lo lleva diciendo desde antes de ganar las últimas elecciones y a la vista están los resultados. Podría pensarse que como máximo dirigente de un país cuenta con datos que los demás mortales desconocemos, pero se da la circunstancia de que cuando a las palabras no le acompañan los hechos, cualquier expresión se convierte en papel mojado. Porque ¿recuerdan cuando la Sra. Ministra de Empleo vendió la última reforma laboral como la panacea para combatir el paro? ¿Recuerdan cuando muchos dijimos entonces que era una falacia que pretendiera combatirse el paro con esa reforma laboral, que lo que había que hacer era poner en marcha políticas activas de crecimiento y no las que con contumaz insistencia se han venido poniendo en marcha desde mayo de 2010? Pues aquí tenemos los resultados; los resultados de saber lo que se ha de hacer aunque se haga lo que no debe hacerse.

Lo cierto es que a mí cada vez me asusta más este Gobierno que tenemos, incapaz de explicar por qué hace lo que hace más allá de las palabras retóricas y vanas que son siempre circunloquios destinados a negar la evidencia. En vez de pedir tanta fe ciega en unos ciudadanos tan golpeados ya por tanta mala noticia, quizás debieran poner en práctica eso de lo que tanto alardea el Sr. Rajoy, “un poquito de sentido común”, para corregir el rumbo, porque si seguimos por este camino está claro el resultado.

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Hay muchas maneras de hacer política

Y está claro que no todas son igual de honorables. Miren si no lo bochornoso de saber que nuestros políticos, mejor, algunos de ellos que a la sazón pertenecen a partidos con ideologías muy similares, han cobrado cuantiosos suplementos por su dedicación a la vida pública. Para que luego nos venga Rajoy diciendo que él ha perdido dinero por estar en política. Me parece a mí que no se trata de ganar o de perder dinero; se trata de que todos actuemos conforme a las normas que nos hemos dado, y además, seamos y no sólo parezcamos honorables. Saber en estos momentos, con tanta gente sufriendo, con los derechos en retroceso, con dirigentes que nos acusan a los ciudadanos de haber vivido por encima de nuestras posibilidades, que muchos de estos políticos han estado cobrando cuantiosos sobresueldos, indigna. Indigna tanto que el muro que están contribuyendo a construir cada vez es más sólido; a un lado de ese muro está la ciudadanía, al otro esos que dicen llamarse representantes de lo público.

A estas alturas está claro que muchos de los que están en política lo están para medrar y atesorar cuantiosos patrimonios. A costa de lo público, no lo olvidemos. Habrá que preguntarse si todos ellos habrían obtenido similares resultados en la actividad privada.

Soy perfectamente consciente de que no se puede generalizar; que la mayoría será gente honrada, que tendrá interiorizado la noción de servicio público y habrá optado por estar en política para eso; para prestar un servicio a sus conciudadanos. Pero las noticias de los últimos tiempos son tan tan bochornosas que como vengo diciendo en este blog, quizás haya llegado la hora de una regeneración democrática y hay que convencerse de que esa regeneración no la pueden llevar a cabo los partidos tradicionales puesto que son los responsables del secuestro de la voluntad de la ciudadanía. El voto actualmente no es más que un formalismo para luego hacer lo que les plazca, y mientras no haya normas que prevean una sanción a esta forma de proceder, estaremos viviendo en una entelequia que llaman democracia pero que en realidad no es más que una partitocracia o cleptocracia, en expresión de una buena compañera. Ahí están los resultados.

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Vamos a ver

Resulta que ahora, la señora de la simulación del contrato con indemnización en diferido, se descuelga comparando los escraches con el nazismo; el señor que ha apoyado y defendido a Bárcenas durante tanto tiempo haciendo gala de su ejemplaridad los llama acosadores; la Fundación FAES los tacha de “incivilidad garrula”; la señora cazatalentos los compara con los actos de una banda terrorista e incluso hay algún concejal del partido ahora en el Gobierno que no duda en amenazar con el uso de la violencia si un grupo de escraches le sale al encuentro.

Vamos a ver, esto ¿qué es? ¿Qué es eso de criminalizar a un movimiento que únicamente lo que hace es suplir la inoperancia de los poderes públicos? ¿Que se manifiestan ante los domicilios particulares de los políticos exigiéndoles que reflexionen sobre el poder que tiene su voto; poder del que ha sido investido porque los ciudadanos se lo hemos dado? ¿Eso es acoso, nazismo, garrulismo? ¿Acaso no será que estaban muy acostumbrados a campar a sus anchas sin que ninguno nos atrevíeramos a dar el paso de denunciar tanta injusticia? Si se trata de buscar el equilibrio, me parece bastatante claro que más acoso es el que una familia tenga que ser desahuciada de su casa porque la coyuntura económica hace que no pueda hacer frente a su hipoteca. No es que no quiera pagar; es que no puede. En ese caso, ¿no tendrían que estar todos los políticos de nuestro país preocupados por hallar soluciones a este drama en vez de cargar contra una plataforma que lo único que pretende es que el objetivo mire hacia donde importa? Es muy común que los verdugos se quieran convertir en víctimas. A eso ya estamos acostumbrados en este país. Pero en este punto, ya nadie engaña a nadie. Las cartas están sobre la mesa y creo yo que lo mejor es que cada uno se encargue de jugarlas con limpieza (y sentido común, Sr. Rajoy), para que luego nadie se confunda.

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El Tribunal Constitucional español y su papel en la crisis

En enero de este año, tuvimos un Seminario en la Facultad en el que se abordaban dos temas de trascendencia: uno relacionado con la futura reforma de la ley de asistencia jurídica gratuita y otro con la última reforma laboral. Se habló de cómo con la excusa de lo económico se estaban echando por tierra derechos que en España había costado mucho alcanzar y al escuchar las ponencias de los compañeros, en concreto la del Pfr. Mario Hernández, profesor de Derecho Constitucional, sobre el excesivo uso del Real Decreto Ley por el actual Gobierno, pensé en qué papel podía desempeñar el Tribunal Constitucional en esta crisis. Le planteé esta cuestión, pues consideraba que de alguna manera este órgano debía de garantizar que los derechos fundamentales reconocidos en nuestra Constitución no sufrieran merma y cité el caso del auto del Tribunal Constitucional por el que se levantaba la suspensión del Decreto del País Vasco reconociendo el derecho a la asistencia jurídica gratuita a los inmigrantes sin distinguir entre su situación administrativa en España frente a la normativa limitadora de este derecho del Gobierno Central.  Se entabló un debate muy interesante sobre los derechos que tienen carácter prestacional y sobre la posibilidad del legislador de limitar su alcance.

Lo cierto es que yo seguía pensando que el Tribunal Constitucional podía poner en valor las reglas de juego y aclarar y aportar un poco de luz en toda la situación que estamos viviendo. Por eso, la sentencia del Tribunal Constitucional portugués este fin de semana ha sido una de esas noticias que deberían enmarcarse, porque demuestra que hay esperanza. Frente a los lobbys económicos imperantes en Europa y la connivencia de los políticos que no tienen ningún pudor en hacer que se tambalee el Estado social, el Estado de Derecho aflora con toda su intensidad. Ojalá nuestro Tribunal Constitucional tome nota y actúe como lo ha venido haciendo hasta ahora: con sentido común, salvaguardando los derechos fundamentales de todos/as.

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