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Blog de Antonia Durán Ayago
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A ver si nos enteramos

Que la cosa no es sencilla. Resulta que durante un largo período de tiempo todos los actores de la economía de nuestro país, incluidos nosotros, los consumidores, nos dedicamos a crear, mimar y hacer que creciera la burbuja inmobiliaria. Para ello, las entidades bancarias no dudaron ni un segundo en dar préstamos a aquellos que recurrían a ellas para conseguir un título de propiedad sobre una casa. Los precios subieron artificialmente; por lo que los créditos cada vez tenían que ser mayores, y en ese contexto de bonanza económica, a ninguno se le pasaba por la cabeza que si venían mal dadas iba a ser difícil afrontar el pago de la hipoteca. Los bancos, por su parte, tampoco parecían estar muy preocupados, porque en caso de incumplimiento ellos se quedaban con el dinero entregado por la vivienda; ejecutando la hipoteca, se quedaban con la casa y además, lo que faltaba por abonar no desaparecía, sino que esa deuda permanecía sobre la persona que pidió el préstamo hasta que pudiera pagarla. Un juego, si me permiten la expresión, en el que la suerte siempre estaba del lado de los bancos. Y el peso siempre recaía sobre el consumidor. Por no hablar de las cláusulas suelo, las tasaciones arbitrarias y un largo etcétera de prebendas sostenidas y bien atadas legalmente a favor de los bancos.
Durante el tiempo de calma relativa en que se agrandó la burbuja, ningún partido político propuso reequilibrar el mercado inmobiliario para que el coste principal no recayera siempre sobre el consumidor. Ninguno planteó la dación en pago; esto es, que si una persona no podía pagar lo que restaba de su hipoteca, esa deuda se pagara con la entrega de la vivienda al banco, y de esa manera quedara liberado. Ninguno propuso que se establecieran fórmulas flexibles, en caso de no poder afrontar el pago de la vivienda coyunturalmente, en el que por ejemplo, se pactara un periodo de carencia, o se permitiera pagar menos de lo fijado, para evitar los temidos desahuicios. Nada se hizo entonces, y lo peor, nada se está haciendo ahora.
Perdón, sí que se ha hecho algo. Pero a favor del más fuerte, otra vez, qué casualidad. Se ha creado el banco malo, que técnicamente ahora denominan SAREB (Sociedad de Gestión de Activos Procedentes de la Reestructuración Bancaria), creado con el dinero que nos ha prestado la Unión Europea, dinero que por supuesto tendremos que devolver con intereses y que estamos costeando todos, cuyo objetivo principal es comprar los activos tóxicos, es decir, las viviendas que los bancos han quitado a quienes no han podido pagar la hipoteca, comprándolos a un precio inferior, con el objetivo de luego volver a colocarlos en el mercado. De esa manera se pretende sanear a las entidades bancarias y volver a poner en circulación la venta de estos inmuebles.
Esta es la situación. Pero yo me pregunto: ¿alguien ha pensado en algún momento en las miles de familias que se están quedando en la calle por no poder pagar la hipoteca? Sabemos que los desahucios son el pan nuestro de cada día, ¿alguien, algún grupo político, me refiero, ha hecho la suficiente presión para que esta injusticia pare? Porque al final, los que perdemos somos siempre los mismos. A los bancos, parte fuerte desde el principio hasta el final de la crisis, se los proteje, se les crea un marco normativo muy favorable, nada de libre mercado, el mercado está intervenido desde hace mucho tiempo a su favor y, en cambio, a los consumidores se nos deja caer y no se plantea ninguna solución para paliar el dolor de toda la gente que no sólo tiene que dejar sus casas, sino que además quedan marcados con una deuda que deben seguir pagando a los bancos.
Cada vez hay más gente que tiene más claro lo que está pasando. Que no nos vendan brotes verdes, ni esperanza vacía, como ayer hacía la Sra. Ministra de Trabajo, con un 25 % de paro a sus espaldas. Cambien las leyes y hagánlas más justas. Las normas, para ser justas, deberían orientarse a reequilibrar las situaciones de desequilibrio que hay en el mercado. Por contra, las que existen, no sólo no protegen al más débil sino que hacen más fuerte al fuerte. A ver si nos enteramos.

Duran Ayago Antonia

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